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domingo, agosto 19, 2012

Cine y teatro - Metropolis, un futurismo muy real?





Los hitos en la historia, suelen asemejarse a los momentos en la vidas de las personas, especialmente aquellos en que la vida cambia, y nuestro camino luce diferente a partir de ahi.

Eso es Metropolis en la historia del arte, y del cine, como expresión del arte en la que confluyen varias de sus vertientes, en particular.







Metropolis es una obra de ficción, realizada en tiempos previos al cine sonoro, que nació con la espectativa de ser una interesante película futurista, y terminó siendo por un lado una de las obras maestras de Fritz Lang, por el otro, uno de los máximos exponentes del expresionismo alemán, y además una película de culto hasta nuestros días, todo en un sólo combo.




Lang realizaba el guión con la colaboración de Thea Von Harbou, su esposa por aquellos tiempos. Posteriormente ella realizaría una novela homónima y él el fabuloso film. 

La acción transcurre aproximadamente alrededor del año 2000, en una sociedad utópica gobernada por el orden, la limpieza y la tecnología. Ese mundo está habitado por gente de una clase social pudiente, que llevan una existencia alegre, tranquila y pacífica, sin ningún tipo de preocupaciones. 


Pero para que ese mundo exista, es necesario que bajo tierra haya miles de obreros condenados a trabajar noche y día, en condiciones de esclavitud, al servicio de las máquinas. En el fondo de la aparente perfección existe el drama de dos clases sociales completamente opuestas: una de ellas dedicada al descanso y la diversión, otra explotada, miserable y dedicada por completo al trabajo.



Freder es un joven que vive en la superficie, hijo del acaudalado gobernador Johhan Frederman. Freder, al igual que su familia o amigos, vive libre de preocupaciones, hasta que un día se encuentra con una joven desconocida de aspecto desaliñado. Freder decide seguirla, y así llega al subsuelo, un mundo infernal con referencias dantescas, donde los hombres están alienados, porque no son dueños de sí mismos, sino que están al servicio de su trabajo y de las máquinas, que se asemejan a artefactos de tortura. En ese mundo infernal la joven, llamada María, aparece como una especie de profeta que alienta a los obreros anunciando la llegada de un Salvador que dará fin a la penosa situación en la que se encuentran sometidos. Freder, que observa extasiado el discurso de María, la conoce y se enamora de ella.


Pero alguien más les está vigilando desde las sombras. Se trata del malvado científico Rottwang, que, al igual que otros personajes de Lang, como el Dr. Mabuse, carece por completo de escrúpulos. Rottwang, que trabaja para Frederman, lleva algún tiempo intentando diseñar un androide, una máquina que tenga todas las ventajas de un ser humano, pero que sea absolutamente fiel y que trabaje de forma incansable. 

Rottwang, que conoce la importante labor de María entre los obreros, decide raptarla y suplantarla por el primer androide que ha conseguido crear. 




Este androide, llamado Futura, es completamente idéntico a María, aunque en un primer momento está bajo el control de Rottwang. Pero tal vez porque Rottwang había cometido algún error o porque su trabajo era demasiado perfecto, Futura se rebela contra su creador y decide actuar con libre albedrío. De esta manera, Futura hostiga a los obreros, utilizando la influencia de María, para que se rebelen contra los moradores de la superficie. No quedan claras cuáles son las intenciones de Futura, pero posiblemente intenta que se produzca el choque frontal entre las dos clases sociales y como resultado la raza humana quede destruida. 

Esto es lo que consigue parcialmente, desencadenando una situación apocalíptica, que destruye parcialmente la superficie e inunda el mundo subterráneo. Finalmente, cuando los obreros deciden acabar con María, se descubre el engaño de Futura y Frederman, ante la visión del desastre ocurrido a causa de su ambición, decide cambiar de actitud y sellar una alianza entre obreros y empresarios. La profecía de María se ha cumplido y Freder se muestra como el Elegido para acabar con la situación de esclavitud.


Metrópolis plantea la confrontación entre clases sociales a través de una crítica al capitalismo y a sus consecuencias alienantes. La situación de cruel injusticia derivará irremediablemente en un intento de revolución que tendrá consecuencias nefastas. Tal y como lo plantea Lang, la revolución del proletariado no es la solución para acabar con las injusticias, sino llevará peligrosamente a unos y a otros a una situación próxima a la destrucción total. 

Lang consigue resolver el conflicto de la forma menos adecuada, mediante la 
inclusión del amor. Este final demasiado idealizado se ha granjeado no pocos desprecios por parte de la crítica. 
Si el planteamiento social y político de METRÓPOLIS era de gran profundidad, la solución que aporta Lang no consigue estar a la altura de las expectativas. Sin embargo no era fácil plantear algo más revolucionario en la Alemania de 1926.

En la representación del orden social, Metrópolis se apoya por un lado en el marxismo: hay dos clases sociales claramente diferenciadas y separadas, en las que una explota a la otra sin que haya posibilidades de medrar. La “alienación del trabajo“ podría relacionarse con que haya algunas máquinas sin una utilidad reconocible. Por otro lado también se critica el ideal de revolución socialista. El personaje del robot María, representado claramente como malvada, lanza a los trabajadores a la lucha, y como resultado destrozan su medio y sustento, empeorando su situación en lugar de mejorarla. 
 

La colaboración entre clases sociales, en lugar de la lucha de clases, recuerda sin embargo al nacionalsocialismo y su ideología, pues era la estructura económica corporativista que defendía el programa del Partido Nacional-Socialista de los Trabajadores de Alemania (NSDAP); ideología con el cual Thea von Harbou simpatizaba, contrariamente a Fritz Lang.

El otro gran tema que trata el film es la amenaza que puede suponer la tecnología en un futuro utópico, al igual que el TIEMPOS MODERNOS de Charles Chaplin. En el peligro de las utopías futuristas, con crítica política incluida, profundizarían posteriormente tres autores con tres obras consagradas en clásicos que popularizarían el tema: Aldous Huxley con UN MUNDO FELIZ (1932) George Orwell con 1984 (1949) y Ray Bradbury con FARENHEIT 451 (1953) —además de obras del propio Wells, como por ejemplo en un libro que posteriormente se convertirá en un célebre film: LA VIDA FUTURA —. Todos ellos estaban prefigurados en METRÓPOLIS, y de alguna manera bebieron del film alemán. En ese futuro utópico las máquinas están al servicio del ser humano, pero al mismo tiempo, los humanos son esclavos de las máquinas y trabajan para ellas. El subsuelo es un símbolo del infierno, como una cárcel piranesiana, llena de peligrosos artefactos.
El género de ciencia-ficción del cine mudo presenta la utopía, por lo general, en positivo, mientras que Lang recurre a la esclavización de los tiempos bíblicos para representar el futuro. Las monumentales máquinas de la ciudad subterránea proporcionan a las clases bajas una vida indigna, la masa humana es fácilmente manipulable y se practican ritos medievales como la quema de brujas.


La parábola de la Torre de Babel también está cambiada: en la variante que se muestra los arquitectos y los trabajadores hablaban una misma lengua pero no se entendían; tampoco hay un Dios. Del cristianismo se toma la figura de María, que personifica el bien, así como el anuncio de la venida de un redentor y la figura del falso profeta (el robot María).

Metrópolis es una ciudad de rascacielos cuya arquitectura art decó recuerda a la de las ciudades más modernas de entonces, principalmente Nueva York, aunque la arquitectura de rascacielos surge en la escuela de Chicago.
Entre los edificios se enmarañan las avenidas y las líneas del tren. Los edificios de la ciudad de superficie son de una estructura majestuosa, mientras que la ciudad de los trabajadores, subterránea, resulta más sencilla, lacónica y sombría.

Entre estos dos espacios básicos existen lugares con una arquitectura propia y característica. En la ciudad superficial está la catedral, de líneas góticas, y la casa de Rottwang, un edificio antiguo, también de aires medievales, que se asemeja más al taller de un alquimista que al laboratorio de un científico; Lang y Von Harbou acordaron reconducir la idea original de proporcionarle a Rottwang capacidades mágicas. Además en la ciudad de la superficie hay un jardín que simboliza lo idílico de la vida para los directores de la ciudad y un barrio del pecado retratado con arquitecturas orientales, tradicionalmente asociadas a lo exótico, lo sensual y, desde ahí, a lo pecaminoso. En la ciudad subterránea se distingue además una zona de lo clandestino asociada con los espacios cavernosos donde la alegoría de la salvación de los trabajadores se representa mediante la imagen de los cristianos escondidos en las catacumbas durante los tiempos de su persecución.


FritzLang















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